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viernes, 26 de abril de 2024 00:01h.

REINSERCIÓN

La cárcel donde Jesús obra milagros

El Salvador.- 1.600 peligrosos pandilleros se han convertido a Cristo. No sólo hay orden, es el único lugar del país donde conviven maras diferentes.

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Es lunes, y en el patio del centro penitenciario San Francisco Gotera, en el departamento salvadoreño de Morazán, emerge un poderoso canto coral masculino que entona textos bíblicos. "Me gozaré, me gozaré, me gozaré, el Señor se ha llevado todo mi dolor porque me ha hecho libre...".

Son las nueve de la mañana y algunos de los presos antaño más violentos y sanguinarios de El Salvador ahora alaban e invocan a Cristo. Con música, mucha música. Al menos cinco trompetas, dos guitarras, tres panderetas y una batería para celebrar al Dios de los cielos. O se les puede ver leyendo la Biblia en el patio de la cárcel.

Son unos 1.600 pandilleros, en una cárcel diseñada para 200, condenados por crímenes que incluyen asesinatos, extorsión o violación.

En esta cárcel la tranquilidad llegó gracias a la Biblia y los pastores que han conseguido varios milagros: no hay violencia, todo está perfectamente limpio y ordenado a pesar de la masificación, los presos se tratan con respeto y se ha logrado algo que parecía impensable antes de su conversión: conviven, en el mismo lugar, pandillas diferentes. Algo que dentro se ve con cierta normalidad, pero fuera ha hecho del El Salvador uno de los países con mayores tasas de homicidios.

Vidas cambiadas

El pastor que toma la palabra tiene un enorme 18 tatuado en la cara. Es un símbolo de la pandilla a la que, en otro tiempo, juró lealtad eterna. Tiene otro más en la nuca. Estos son los que se aprecian a simple vista en un lienzo que incluye una decena de números, calaveras, frases y demonios que recuerdan su pasado.

"Me di cuenta de que estaba matando y defendiendo calles que no eran mías, sino de Cristo", dice Jorge Stanley, de 27 años, condenado a 97 años de cárcel por "homicidios, extorsión, robo con violencia...", enumera con una Biblia en la mano este antiguo miembro de la 18. "Aunque estamos presos nos sentimos libres porque una vez que Dios abre tu corazón ya no hay marcha atrás", añade junto a él Daniel Méndez, de la Salvatrucha.

La llegada de Cristo a la prisión comenzó en abril de 2015 cuando la cárcel fue destinada exclusivamente a miembros de la facción Revolucionarios, del Barrio 18. Un grupo comenzó a orar y a pasar cada vez más horas frente a la Biblia. Primero fueron unos pocos, quienes guiados por un pastor tan tatuado como ellos eligieron entregarse al Jesús del Evangelio. Esos pocos convencieron a otros y estos a otros más y, tres años después, el penal entero es de "ovejas", como les gusta llamarse.

A pesar del reducido espacio, los muros desconchados y la presencia de los guardias que pasean encapuchados entre ellos, los reos lucen aseados y la ropa está perfectamente doblada junto a los catres. Aquí se cumple un riguroso código de conducta impuesto por los propios pandilleros que incluye castigos no violentos.

La difícil reinserción

Cuando se cumple la condena solo Nelson Moz, un pastor de 52 años de aspecto bondadoso de la iglesia Ben-Ezer, les esperará para acogerlos. En su iglesia de la colonia Dina de San Salvador levanta, sin un centavo, una panadería con la que puedan ganarse la vida.

En el sótano del templo aloja a quienes ya han cumplido con la ley pero cuyo rostro tatuado, al que solo se le ven los ojos, es difícilmente compatible con la sociedad. Quizá por eso, en su templo, el encuentro de Jesús con un grupo de leprosos despreciados por el resto de la sociedad es uno de los textos del Evangelio más leído.

Fuente: evangelicodigital