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martes, 23 de abril de 2024 00:23h.

PONERLE FIN AL FANATISMO RELIGIOSO

Fanatismo religioso vs. principios viciados

La única respuesta que puede vencer esta batalla de principios viciados y fanatismo religioso es la proclamación del Evangelio de Jesucristo.
 

Asistimos boquiabiertos a un nuevo atropello contra la libertad de expresión. ¿Su resultado? No solo la muerte de 12 creativos amantes de la libertad en un país donde su ADN está impregnado de ella, si no un certero tiro a la tolerancia, y a la pluralidad.

 Mis pensamientos vuelan hacia una realidad por muchos desconocidas. Una realidad de no fácil solución. Sin recetas mágicas ni remedios al alcance de gobiernos, políticas o buenas intenciones.

 Es a mi entender un error plantear el debate de este hecho desde un ángulo político. Claro está que para la sociedad y los gobiernos no hay otra respuesta. 

Pero es por todos conocidos que gobiernos europeos invirtieron miles de millones de euros, años de trabajo y cesión de parte de sus libertades ancestrales en aras de alcanzar una convivencia integradora entre las crecientes olas inmigratorias por ellos experimentadas.

 Las políticas de integración no dieron resultados. La evidencia está a la vista. Las políticas de multiculturalidad y sus ramas de mediación tampoco. 

Creo como muchos, y estoy convencido que lo que vivimos es una guerra. No de barbarie del sigo 6 contra las democracias del sigo 21. No de atropellos de fuertes contra débiles. De imperios contra vasallos. Es una lucha de principios viciados y fanatismo religioso.

 Ambos corrompidos. Ambos equivocados. Ambos destructivos.

 Pero ante este panorama, compartido o no, ¿hay una respuesta que traiga paz? Sí, pero también es dolorosa y a la vez requerirá de plenitud y valentía.

 Me refiero que la respuesta está en un signo de debilidad y aparente fracaso. Esta búsqueda de respuesta nos hace levantar la mirada y fijarla, sin un ápice de movimiento, en una cruenta cruz de un monte llamado Gólgota. Allí se encuentra la Paz que el mundo necesita. Para los musulmanes la paz es la victoria del honor sobre la vergüenza. Para occidente la paz es la ausencia de conflictos. Para el Creador la paz, no es NI VICTORIA NI AUSENCIA, la Paz es Jesucristo el Mesías.

 Esta Paz, no es un sentimiento subjetivo ni un estado de aparente quietud. Lograr esta Paz requerirá volver nuestra mirada hacia esa Cruz y entregar allí el tesoro más caro de valor humano. Nuestra propia vida, para que partiendo de allí los valores y principios de este Nuevo Reino adquieran un compromiso de Paz.

 Y es aquí donde la Iglesia, la verdadera Iglesia, no aquella que se levanta en pos de proclamas y declaraciones, si no Aquella que con valentía y en plenitud del Espíritu se expresa en confesar, en voz alta y sin titubeos, que la única respuesta que puede vencer esta batalla de principios viciados y fanatismo religioso, es la proclamación del Evangelio de Jesucristo. 

Ni todo el poder el fanatismo religioso islámico, ni toda la ceguera y sordera de gobiernos del falsamente llamado mundo occidental y cristiano es comparable al poder del Cristo muerto y resucitado.

 Frente a lo vivido estos días en Francia; frente al creciente avance de un estado islámico integrista y sanguinario. Frente a esta sociedad ciega y extraviada, que no encuentra su norte ni equilibrio, se levanta la Iglesia de Jesucristo. El pueblo de Dios, limpiado por la sangre preciosa de Jesucristo, para decir, sin temor ni claudicaciones:

 “Mirad a Mí, y sed salvos todos los términos de la tierra”.

 Isaías 45.22