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martes, 19 de marzo de 2024 00:00h.

UN BÁLSAMO PARA EL ALMA

La esperanza del cristiano

La esperanza es un estado de ánimo en que se tiene la confianza y la fe de lograr algo. Contrario a esto, existe la desesperanza, que es el estado de ánimo en que se pierde la confianza, se siente tristeza y hasta depresión por haber perdido algo o sentir que no se puede conseguir lo que se desea. Carmen Valencia de Martínez.

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Estamos infortunadamente en una tierra en la que reina la desesperanza a nuestro alrededor. Qué triste es ver el estado de ánimo del mundo en la actualidad. Hay temores, pesimismo y desesperación en los hogares y en las vidas de cada ser humano; con dolor en nuestro corazón, podríamos afirmar que son pocos los que miran el presente y el futuro con optimismo.

Aun así, sea cual fuere la actitud que se tenga ante nuestra realidad, hay una sola clase de esperanza que vale la pena, que hace mirar la vida cara a cara y tener por cierto que nuestro presente y futuro está en las manos poderosas y amorosas de Dios. La esperanza del cristiano es una confianza de hoy, mañana y siempre; nunca dejará de ser, ella permanecerá. En el Salmo 62:5 dice: “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de Él es mi esperanza”.

SIN DIOS NO HAY ESPERANZA

Antes de venir al Señor, muchos habíamos perdido la esperanza de vida; es decir, para cada uno de nosotros todo estaba perdido. “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.” (Ef. 2:12).

Cristo trae esperanza. Pero Cristo llegó a nuestro corazón y llegó la esperanza, esa que sí vale la pena y que jamás dejará de ser. “Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios” (Sal. 146:5).

La esperanza del hombre o la mujer que tiene a Dios es tanto para el presente como para la eternidad. Ella es uno de los grandes pilares de la vida cristiana. Sin esa esperanza, es imposible marchar en victoria en medio de las vicisitudes de la vida. “Porque ciertamente hay fin, y tu esperanza no será cortada” (Pr. 23:18).

¿POR QUÉ LA ESPERANZA DEL CRISTIANO ES DIFERENTE A LA DEL IMPÍO?

Porque su esperanza es Cristo. Porque esta tiene nombre propio y es Cristo, el Hijo de Dios, el Cordero inocente, el Gran Salvador del mundo. “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27).

Porque se fundamenta en la sabiduría. Su base, sólida como la roca, está en la sabiduría de un Dios amoroso y Omnisciente, Todopoderoso y compasivo; porque no hay imposible para Él. “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.” (Stg. 3:17).

Porque es una esperanza viva y real. “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pe. 1:3).

¿EN QUÉ SE APOYA LA ESPERANZA DEL CRISTIANO, CUÁL ES SU CIMIENTO?

En la Palabra de Dios. Allí está su cimiento, donde se nos revela la gran victoria, la inmensa seguridad para el hombre. “A causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio” (Col. 1:5).

El hombre no puede hablar de esperanza eterna fuera de la Palabra de Dios porque es allí donde se encuentra; en ningún otro lugar la hallará porque ella es verdad del Señor, es confianza ofrecida, es promesa verdadera, no es deseo del hombre, no es concepto ni seguridad humana. Su Palabra es la puerta de la esperanza que se abre delante del ser humano mediante su exponer. El que decide entrar, lo debe hacer por medio del arrepentimiento, recibiendo de nuestro amado Señor Jesucristo el perdón de sus pecados.

Yo tengo que creer lo que dice nuestro Dios, apropiarme de sus promesas, adueñarme de lo que sale de su boca, y reconocer que esa palabra contiene autoridad y poder. Su palabra es con potestad porque Él tiene potestad. “Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces?” (Ec. 8:4). Potestad significa dominio, poder, facultad para actuar; es autoridad que alguien tiene sobre una cosa. Es decir, lo que se dice se hará.

En cierta ocasión el emperador Napoleón se encontraba delante de un grupo de soldados, cuando de repente su caballo se desbocó. Pero un soldado raso se lanzó hacia el caballo y logró detenerlo pronto. Napoleón saludó al soldado raso y le dijo: “Gracias, mi capitán”. El soldado se sorprendió al oír al emperador decirle capitán, pues él era un simple soldado raso. Inmediatamente pensó: “Si me encuentro delante de Napoleón, si él quiere puede hacerme capitán porque su palabra tiene autoridad”. Entonces el soldado respondió a Napoleón: “¿Y de qué regimiento, mi emperador?”. Bonaparte le contestó: “¡De mi guardia personal!”.

Al cabo de unos días, aquel soldado raso se presentó ante el jefe de la guardia personal de Napoleón, y el oficial, viéndole con uniforme de soldado raso, le preguntó: “¿Capitán?, ¿por órdenes de quién?”. El soldado le dijo: “¡Por órdenes de mi emperador Napoleón!”. En ese momento dejó de ser soldado raso y se convirtió en capitán.

Si la palabra de un rey terrenal, de un emperador, tiene autoridad, ¡cuánto más la palabra del Rey de Reyes y Señor de Señores!

LO QUE ESPERAMOS

¿Qué es lo que esperamos? ¿Qué deseamos que se realice? ¿Cuál es la esperanza que hay en un corazón?

Ser transformados. Es una promesa gloriosa tener un cuerpo semejante al de nuestro amado Señor. “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados” (1 Co. 15:51; 1 Ts. 4:16-17).

Ir al cielo. La esperanza de estar en el cielo, ser transfigurados y estar allí con nuestro Señor Jesucristo. “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (1 Ts. 4:16-18).

Ver a Dios cara a cara. La esperanza de ver a nuestro amado salvador tal como Él es. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es.” (1 Jn. 3:2).

Disfrutar de la Nueva Jerusalén. La esperanza de estar paseando, disfrutando de esa gran ciudad que Dios ha preparado. La nueva Jerusalén, donde no habrá más lágrimas ni dolor. “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.” (Ap. 21:2).

LO QUE SUCEDE CUANDO SE TIENE VERDADERA ESPERANZA

·             Las angustias y los afanes desaparecen porque ya no tienen control del cristiano, pues Cristo tiene el dominio de la vida y de cada circunstancia, por más difícil que sea.

·             Aunque todo parezca imposible o perdido, el Señor nos dará una visión clara de lo que Él puede hacer por nosotros.

Él abrirá camino donde no hay. Siempre en medio de nuestro desierto, hará brotar fuentes divinas de agua fresca para nuestra provisión. Si hay esperanza, podrá sobrevivir a la adversidad. Esa esperanza sostendrá su vida, le dará fuerzas y avanzará. Para lo único que servirán las circunstancias adversas será para fortalecer nuestra esperanza en Dios. Recuerde que la esperanza es la mejor medicina para nuestra existencia.

Víctor Emil Frankl fue un psicólogo judío de Viena, Austria. Él fue internado como prisionero en un campo de concentración de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Frankl observó a sus compañeros en prisión y evaluó sus comportamientos en medio de las condiciones horribles a las que estaban sometidos, y vio que muchos prisioneros enfrentaban las circunstancias con pesimismo. Estos generalmente se rendirían en su lucha por sobrevivir y se dejarían morir o se suicidaban. También analizó cómo otros prisioneros triunfaban sobre aquellas horribles condiciones. Estos rehusaban rendirse al pesimismo; más bien se aferraban tenazmente a una esperanza optimista. Esta esperanza los llevó a sobrevivir en esos horribles campos de concentración.

En su análisis psicológico, encontró que la diferencia entre unos y otros no estaba en su procedencia, sino en lo que llevaban en el corazón. Los optimistas, por decirlo de alguna manera, creían que el sufrimiento en el presente no sería por siempre, tenían la convicción de que llegaría para ellos un mañana mejor. Aquellos creían con certeza, tenían la firme esperanza de que los nazis terminarían derrotados, y que había para ellos un futuro mejor; que no todo estaba perdido. Esta esperanza les dio valor para enfrentar su dura realidad.

LO QUE LA ESPERANZA PROVOCA EN NOSOTROS

La esperanza que los hijos de Dios llevamos en el corazón es la razón maravillosa que hace que veamos en cada prueba y en cada tribulación una oportunidad de obtener una mayor gloria, un mayor peso y una mayor bendición. Nos hace reconocer que cada problema o tristeza es por un leve tiempo; que todo proceso tiene como fin recibir más y más del poder de Dios. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Ro. 8:18).

Fuente: impacto evangelistico