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viernes, 29 de marzo de 2024 00:47h.

UN CAMBIO DE PLANES

José ‘Cucuito’ Pizarro el hombre que tuvo un llamado más grande que el béisbol

El Pastor José Pizarro cuenta su testimonio de cómo Dios cambió su anhelo de ser deportista a ganar almas para Cristo, a través del Deporte.

Tras un vertiginoso ascenso desde las categorías juveniles y la pelota Doble A, su premio de Novato del Año en la Liga de Béisbol Profesional que le abrió las puertas para firmar en el béisbol organizado con los Piratas de Pittsburgh, su propósito en la vida era otro. 

Asi como rápido fue su ascenso, rápido se esfumó su sueño de jugar algún día en las Grandes Ligas cuando se lesionó una rodilla en liga menor al mes y medio de haber firmado. Por eso, no era de extrañar que décadas después de ese infortunio, la nueva aspiración de José ‘Cucuito’ Pizarro fuera que su hijo del mismo nombre lograra algún día lo que él no pudo.

Esa era la intención de José Antonio, quien jugó en pequeñas ligas, Clase A y Doble A juvenil, y aspiraba a una beca en Iowa State con miras a jugar béisbol colegial y exponerse a los cazatalentos de Grandes Ligas para eventualmente buscar una oportunidad en el béisbol organizado. Pero el destino le tenía preparada otra jugada, o al menos otra manera de ver el béisbol.Ya no con el interés de jugar ante gradas llenas de miles de aficionados y convertirse en estrella, sino de utilizar el deporte como un instrumento de impacto social combinándolo con su fe en Dios.

“Fui a hablar con mi papá, que en ese entonces era director de deportes del Municipio de Ceiba. Y cuando voy a tocar la puerta, a decirle a papi, ‘voy a dejar el béisbol porque siento un llamado’, ya mi papá, que no conocía al Señor, me dijo ‘yo sé lo que tú me vas a decir; haz lo que tu corazón te dicte”, recordó José Antonio, quien comenzó su llamado evangelizando y desde hace 16 años funge como pastor de la Iglesia Rompiendo Barreras en el barrio Pueblito del Río en Las Piedras.

Dos eventos le hicieron cambiar el rumbo al entonces joven pelotero. Para ese entonces, el difundo José Manuel Cora, padre de los exjugadores de Grandes Ligas, Joey y Álex Cora, le había aconsejado a Cucuito que su hijo José Antonio debía ir a estudiar a Estados Unidos para abrirse puertas, y le hacía gestiones para ayudar a los Pizarro.

La muerte de Cora detuvo sus gestiones, pero además su fallecimiento coincidió con ese llamado que sintió Pizarro de parte de Dios. Así que no insistió.

“Mi papá, siendo director de deportes, y el sueño de mi papá era que yo fuera, como padre al fin, mejor que él y que llegara más lejos que él. Pero el llamado fue más fuerte que la pasión y amor al béisbol”, explicó Pizarro, hijo, quien jugaba tercera base, al igual que su padre, en sus años juveniles.

Desde entonces Pizarro ha continuado jugando pero de manera recreativa, y como un instrumento para estrechar vínculos con miembros de su congregación y de otras iglesias.

“Era un sueño jugar en Grandes Ligas. Y una promesa que siempre le hacía a mi papá y a mi mamá, era que le iba a comprar una CASA de campo”.

Un equipo espiritual. En cambio, en lugar de vestir el uniforme de pelotero a tiempo completo, como pudo haber ocurrido de llegar a Grandes Ligas, Pizarro lo alterna con su ‘uniforme’ de líder espiritual de una comunidad.