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jueves, 28 de marzo de 2024 01:09h.

TESTIMONIO

Era un alcohólico, drogadicto y loco, hasta que Cristo me encontró

Desde muy pequeño fui arruinado por el vicio, por la droga, el alcohol y la delincuencia. No me daba cuenta del sufrimiento que causaba en mi hogar, que les ocasionaba a mis padres.

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A los meses de nacido, mi papá me abandonó; gracias a Dios tuve a mi lado a un padrastro que me cuidaba todo el tiempo, sin embargo, el resentimiento hacia mi progenitor lo llevaba en el corazón y fue uno de los motivos por el cual me refugié en los vicios.

Faltaba al respeto a mis padres, sin saber las consecuencias fatales que esto me iba a traer. De un momento a otro comencé a tomar licor, a fumar droga, y a delinquir. A los 18 años llegué a parar a una prisión, allí dentro me acordé de Jesús y le dije que si Él me sacaba de ese lugar yo le serviría, fue así, pero yo no cumplí esa promesa, me olvidé de ello por completo a pesar de que el Todopoderoso después de 3 meses me concedió la libertad condicional restringida. Cuando estaba en la calle, continúe con la mala vida, pero Dios no puede ser burlado; como dice su palabra.

Empecé a beber más y más licor, al punto de degradarme, descuidé mi aspecto físico, no me importaba cómo estaba vestido, no me importaba si mi pelo estaba creciendo, deambulaba sucio por las calles, dormía en los ríos y fumaderos. Pero no había noche en la que no llorara, lamentando mi estado porque yo nunca pensé que iba a terminar así, por mí nadie apostaba ni un centavo, cierto día mis padres fueron a buscarme al río, pero yo les dije que no los quería ver, que se fueran y no me buscaran más, y ellos lo hicieron así.

La verdad es que me sentía muy solo y atrapado, sentía que la muerte vendría por mí; porque muchos dicen que, el drogadicto, el alcohólico, el delincuente no cambia, eso pasaba por mi mente. Muchas veces el diablo me decía que me mate, que yo había nacido para estar en los vicios. Yo no sabía que había un Dios Todopoderoso que libertaba y rompía las cadenas. Jesús de Nazareth fue aquel que me hizo libre, aquel que rompió mis cadenas, aquel que me transformó y no solamente eso, yo tenía úlceras en el duodeno y Jesús me sanó.

Hoy comprendo que el drogadicto, el alcohólico, el delincuente sí cambia, porque lo que el hombre no puede hacer, Jesucristo lo hace. Yo me acerqué a Él y algo en mí ocurrió, ahora ya no tengo necesidad de tomar, de drogarme o robar, ahora soy un joven verdaderamente feliz, que ama a su familia.

Tú qué me estás leyendo, Jesucristo hizo ese milagro en mi vida y también puede hacerlo contigo porque no has venido a este mundo para que sufras sino para que disfrutes tu vida. Jesús rompió mis cadenas y lo puede hacer contigo, tú también puedes ser partícipe del amor y la misericordia de Dios.

¡Dios te bendiga!

Testimonio de. Miguel Ángel Huamán