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martes, 19 de marzo de 2024 00:00h.

MINISTERIO DE SUFRIMIENTO

El camino de la cruz

El camino de la cruz es un camino de persecución.El tiempo ni el espacio permiten referir todos los padecimientos de nuestro Señor Jesucristo, de los profetas y de los apóstoles, de los cuales el mundo no era digno (Heb. 11:36-38). El Señor dice: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mt. 5:11-12).

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“Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él, teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí…”  Filipenses 1:29-30.

 Si hay algo que la naturaleza humana resiste es el sufrimiento, aunque tratamos de evitarlo. “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pe. 2:21).

Cuando ya la sombra de la cruz se proyectaba en la vida de Cristo, su naturaleza humana exclamó: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa…”. Pero su naturaleza espiritual divina oró: “… pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mt. 26:39).

El camino de la cruz es por consiguiente un camino de negación propia; nosotros no podemos hacer nuestra propia voluntad, sino la de Dios. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt. 16:24).

Los apóstoles dejaron todo y le siguieron. El apóstol Pablo también dejó todo, y respecto a ello dice: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3:8).

El camino de la cruz es un camino de persecución. En 2 Timoteo 3:12, dice: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. El inmaculado Hijo de Dios sufrió a manos de los malos, dice el registro bíblico: “Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos... Y los alguaciles le daban de bofetadas” (Mr. 14:65). “Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas… le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían… y le sacaron para crucificarle… Era la hora tercera cuando le crucificaron” (Mr. 15:17-25).

El tiempo ni el espacio permiten referir todos los padecimientos de nuestro Señor Jesucristo, de los profetas y de los apóstoles, de los cuales el mundo no era digno (Heb. 11:36-38). El Señor dice: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mt. 5:11-12).

Si alguien se hace amigo del mundo, se hace enemigo de Dios (Stg. 4:4). Si usted va por el camino de la cruz, de la negación propia, no espere ser popular; será mal comprendido, será difamado, será tratado como la escoria del mundo, el desecho de todos (1 Co. 4:13). Mas también dice la Escritura: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros...” (1 Pe. 4:14).

El camino de la cruz es un camino de sufrimientos físicos, y la Escritura de Cristo dice: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (Heb. 5:8). El apóstol Pablo tenía un aguijón en su carne, y sobre ello manifiesta: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera… Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co. 12:7-9). De esto escribió: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias” (2 Co. 12:10). Cuando reconocemos nuestra insuficiencia, entonces buscamos su divina ayuda y somos fuertes.

Muchos seguidores de Cristo también hoy día están sufriendo físicamente torturas, cárceles y otras formas de castigo físico a manos de los enemigos del Evangelio de Cristo; pero estos valientes soldados de la cruz también dicen: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Heb. 13:6).

El camino de la cruz es un camino de soledad; cuando Cristo fue arrestado, “los discípulos, dejándole, huyeron” (Mr. 14:50). El que conoce bien el camino nos promete: “No te desampararé, ni te dejaré” (Heb. 13:5).

El camino de la cruz es un camino de negación propia, de persecución, de vituperios, de sufrimientos, de soledad y mucho más; es el camino que Cristo anduvo, y es el camino que nosotros tenemos que andar; no importa lo que encontremos en este camino, tenemos que afrontarlo con decisión y con gozo (Hch. 5:41).

Acepte su cruz, llévela con honor sin avergonzarse, pues Cristo dice: “El que se avergonzare de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria” (Lc. 9:26). “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador” (1 Pe. 4:19). Pues, “Si sufrimos, también reinaremos con ÉL...” (2 Tim. 2:12).

Dios me mostró y me habló que para un ministerio más fructífero el precio sería más sufrimiento por la causa del Señor. La medida en que Dios puede usar una vida, es la medida de sus padecimientos. El precio de un verdadero ministerio es el sufrimiento; el verdadero ministerio es aflicción, es dolor, es espinas, es agonía.

¿Quieres ministerio sin padecimientos?, en la Biblia no lo hay, tendrías que buscar otra clase de ministerio, no el de la Biblia (2 Co. 4:1, 2; 6:4-10; 11:23-28). Yo escogí el que el Señor me dio, el de los sufrimientos. Y uno aprende a decir: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo...” (Gá. 6:14).

Fuente:Impacto